Hoy empiezan las vacaciones de la Princesa y, por lo tanto,
de alguna manera empiezan las mías. No es que tenga el privilegio de tener
tantos días libres como ella, sino que quitarme la losa de ir siempre
contrarreloj para mí es sinónimo de vacaciones. Hace años tuve una compañera
que decía que sus vacaciones comenzaban cuando empezaba la jornada intensiva.
Claro, no era madre. La sensación de llegar siempre tarde, con las cosas sin
terminar y siendo el reloj tu mayor enemigo solo se siente cuando una es madre.
No es posible que suene el despertador a las 6.30, te levantes como un Sputnik,
te pongas a hacer cosas como el conejito de Duracell y cuando miras de nuevo el
reloj son las 8. Y entonces te preguntas, ¿qué ha pasado con esa hora y media?
¿Me la habré comido por error junto a la tostada? ¿Se habrá colado por el
desagüe? ¿La habré metido en la mochila de la Princesa? Sin tiempo para buscar
una explicación comienzas con la tarea más complicada del día, despertar a la
Princesa: venga… vamos… que hace un día estupendo… que vamos a llegar
tarde… Y mientras le dices la letanía y rendida le das una tregua, para
así aprovechar y ponerte los pendientes, alguien te roba 15 minutos. Y entonces
el venga… Se convierte en ¡¡¡VENGA!!! Y tú te vas quedando sin potencia cual
coche de formula 1 tras agotar el kers. Ya se levanta. Luchas con ella para que
desayune, se vista y se lave los dientes. Y luego la odisea de peinarla…
Vamos, que llegas a la oficina muerta en la bañera, como dice mi compañera
Lucía. Y eso que solo tengo a una. Ni me imagino a mi Jefa Pero Sin Embargo
Amiga con sus cuatro angelitos. Por eso hoy empiezan mis vacaciones. Ah por eso
y porque, además, estos días cuento con la inestimable ayuda de los abuelos,
maternos y paternos, ¡¡qué haríamos sin ellos!!
de alguna manera empiezan las mías. No es que tenga el privilegio de tener
tantos días libres como ella, sino que quitarme la losa de ir siempre
contrarreloj para mí es sinónimo de vacaciones. Hace años tuve una compañera
que decía que sus vacaciones comenzaban cuando empezaba la jornada intensiva.
Claro, no era madre. La sensación de llegar siempre tarde, con las cosas sin
terminar y siendo el reloj tu mayor enemigo solo se siente cuando una es madre.
No es posible que suene el despertador a las 6.30, te levantes como un Sputnik,
te pongas a hacer cosas como el conejito de Duracell y cuando miras de nuevo el
reloj son las 8. Y entonces te preguntas, ¿qué ha pasado con esa hora y media?
¿Me la habré comido por error junto a la tostada? ¿Se habrá colado por el
desagüe? ¿La habré metido en la mochila de la Princesa? Sin tiempo para buscar
una explicación comienzas con la tarea más complicada del día, despertar a la
Princesa: venga… vamos… que hace un día estupendo… que vamos a llegar
tarde… Y mientras le dices la letanía y rendida le das una tregua, para
así aprovechar y ponerte los pendientes, alguien te roba 15 minutos. Y entonces
el venga… Se convierte en ¡¡¡VENGA!!! Y tú te vas quedando sin potencia cual
coche de formula 1 tras agotar el kers. Ya se levanta. Luchas con ella para que
desayune, se vista y se lave los dientes. Y luego la odisea de peinarla…
Vamos, que llegas a la oficina muerta en la bañera, como dice mi compañera
Lucía. Y eso que solo tengo a una. Ni me imagino a mi Jefa Pero Sin Embargo
Amiga con sus cuatro angelitos. Por eso hoy empiezan mis vacaciones. Ah por eso
y porque, además, estos días cuento con la inestimable ayuda de los abuelos,
maternos y paternos, ¡¡qué haríamos sin ellos!!