Dicen por ahí que llega un momento en la vida donde necesitas detenerte, ver dónde estás, mirar hacia dónde quieres ir y dejar atrás aquello que te atrasa. Y ese momento me ha llegado en estos días de silencio bloguero. Un buen día me levanté, me fui a trabajar y descubrí que mi día a día no me llenaba. Eso, unido a los problemas económicos que tiene la que era mi empresa, me animó a subirme al carro del ERE, ese que había pasado dos veces por mi lado y nunca me pilló. Y aquí estoy, con toda la vida por delante, con muchas ilusiones, esperanzas, vértigo y miedo. Pero convencida de lo que he hecho. Porque más vale hacer y arrepentirse, que no hacer y arrepentirse.
Así que ahora no tendré perdón si no escribo a diario y me trabajo las entradas como Dios manda. ¡Hay que compensar esos días de silencio!
Vida nueva
¡¡Feliz martes!!
(El mío muy feliz porque es el primero del resto de mi vida)
Anónimo
Rocío sabes que estamos a tu lado. Un besazo, Rousita.